quinta-feira, 15 de abril de 2021
La historia de "Mocito"
LA HISTORIA DE MOCITO.
En Avellaneda tenemos varios cantores, aquí mismo tenemos a nuestro vecinos
Salvador Lapadula y a Juancito Borra.
Ahora ustedes se acuerdan de “Mocito”? Era un cantor llamado Alfredo Agustín Alberti aquel
que después uso el nombre artístico de Osvaldo Cordó, en 1943 “Mocito” tocó aquí en los
boliches del barrio y hasta grabó dos tangos lindos: “No la dejo” y “Cuando tallan los
recuerdos”.
El seudónimo se lo pusieron por su elegancia, por la forma aristocrática de cantar y por su
postura en el escenario.
Yo lo acompañe de cerca, a los veinte cuatro años “Mocito” tuvo la chance de entrar en la
orquesta de Osvaldo Fresedo. La noche de la estrena fue en el mítico Rendez-Vous, situado en
la calle Maipú 854.
“Mocito” con su pinta y su estilo gardeliano llegó al disco un año después con los tangos:“Por calles muertas”, de José María Contursi y Sebastián Lombardo y “Cafetín de Buenos Aires” de
Mariano Mores y Enrique Santos Discépolo.
Después grabó el tango “Volverás” de los hermanos Fresedo y el vals “Motivo de vals”, de
Horacio Salgán y Carlos Bahr.
Fresedo lo echó de su orquesta por problemas con la puntualidad, las mudanzas de humor y su
vida cayó en un laberinto del cual no se levantó más.
A “Mocito” lo enloqueció la noche, la bebida y las mujeres, uno piensa apenas que es difícil ser
pobre y no tener nada en la vida, pero muchos no saben que cuando un joven de menos de
veinticinco años tiene dinero y fama repentina también puede caer en el lodazal de la
desdicha.
Las causas del infortunio pueden ser varias, un deslumbramiento prematuro, una inestabilidad
emocional… algunos dicen que es difícil también conocer la Belleza y que ella no te hunda,
muchos grandes músicos como Charlie Parker, el propio Polaco Goyeneche o tantos otros
tuvieron problemas con ese choque. Era como que se sintieron encandilados cuando pudieron
asomarse por unos instantes para ver por la ventana del paraíso del Arte.
No sé si conocen el tango “Volverás” de Osvaldo Fresedo y Emilio Fresedo, pero es una obra
muy bien acabada, la composición y el arreglo son fantásticos. En la grabación se puede
escuchar a “Mocito” en todo su esplendor: su dinámica, su afinación, el color de su voz, su
fraseado, todo era de una excelencia superior.
La melodía por momentos parece la composición del carioca Zeketi “Máscara Negra”. La letra
parece que justamente hablase sobre la vida de “Mocito”. Como si “Mocito” en sus delirios
fuera de la realidad estuviera hablando con sí mismo, o con la música y le estuviera diciendo
“volvamos a amarnos”.
En su decadencia patética “Mocito” se vestía a rigor y paseaba como un indigente pidiendo
cigarrillos, desvariando en la calle Corrientes y Maipú cantando como si estuviera en un
escenario imaginario, como si el pasado lo llamara.
La letra del tango dice :
“Es la canción que escuchamos ayer
Y que oigo de nuevo y marchita mi mente”.
“Mocito” no aguantó el fracaso, la frustración le hizo perder la lucidez y su vida pasó de las
noches triunfales de la orquesta de Fresedo a viejos almacenes donde cantan los que están de
vuelta de la fama. Uno de los temas que siempre cantaba era aquel vals que grabó con Fresedo
“Motivo de vals”, un vals que la melodía se parece con “flor de Lino”, la letra es linda:
“Reflejando un paisaje perdido
En un turbio girón del pasado
Como sobre un espejo gastado
De nuevo esta noche te vuelvo a encontrar
De los grises confines del tiempo
Donde teje su niebla el olvido
A decirte que aun sueño contigo
Retornaste en las notas de un vals”.
La frase “como sobre un espejo gastado” parece realmente la imagen poética que mejor
traduce lo que ocurría con “Mocito”. Verse en un espejo gastado significa no verse o percibir
algo dubio. El espejo gastado es aquel espejo que nos devuelve una imagen enmohecida de
nosotros mismos. La frase siguiente: “de los grises confines del tiempo, donde teje su niebla el
olvido” nos muestra el poeta ese mundo oculto y misterioso donde el olvido tiene su morada.
La plaza Avellaneda le dio el abrazo de uno de sus bancos de madera para que él pueda
descansar en sus noches de desespero. Es una pena un juglar terminar así.
Dejamos aquí este homenaje a “Mocito”.
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